Comentario
Se ha dicho, con absoluta razón, que todos aquellos escritos de la cultura romana que no hayan sido copiados por los escribas carolingios se han perdido. La política imperial de restauración del pasado puso un énfasis especial en la reproducción de cuantos textos romanos se pudiesen encontrar. Se inicia entonces un importante desarrollo de todas las artes relacionadas con el libro. La situación de la caligrafía de la época no era la adecuada para la difusión de obras literarias, era urgente iniciar una reforma de la escritura. Los modelos antiguos contribuyeron decisivamente a la creación de una escritura clara, limpia y de hermosos caracteres, que se ha denominado letra carolina, y fue adoptada por los europeos durante siglos, hasta ser sustituida por la gótica. La escritura precarolingia era tan detestable, que la aparición de la nueva fue muy celebrada por todas las gentes; como decía Maurdramus, abad de Corbie (772-781), había surgido para comodidad del lector en la mejor comprensión del texto.Una parte pequeña de esta producción libraria recibía un tratamiento de lujo que convertía la obra en un verdadero objeto artístico. Las hojas de pergamino coloreadas con riquísimas tintas, en las que no faltaban los suntuosos púrpuras y oros, las encuadernaciones de metales preciosos, pedrería y marfiles, hacían de estos libros un verdadero tesoro al que sólo tenía acceso una minoría selecta y aristocrática. El emperador, sus familiares, grandes abades y obispos disponían de centros de producción de estas obras para su uso personal. Se podría decir de alguno de estos personajes que, aunque su formación cultural no fuese mucha, su fascinación por las imágenes y el lujo material del soporte les convertía en auténticos bibliófilos. Un grupo muy importante de obras fue realizado por encargo de los emperadores, destacando las de Carlomagno y Carlos el Calvo. Los especialistas no coinciden en la localización del scriptorium, donde radicaba este taller áulico. Se discute entre el mismo palacio y alguna abadía de patrocinio regio como Saint-Denis. Ebbon, hermano de leche de Ludovico Pío, arzobispo de Reims (816-845), mantendrá un activo taller que alterna su residencia entre la catedral y la abadía de Hautvivillers, donde tiene sus jornadas de descanso. En Metz, bajo la protección de Drogón, hijo natural de Carlomagno y arzobispo de la sede hasta el 855, se crean libros con decoración tan exquisita como el célebre sacramentario que lleva su nombre. Orleans, Tours, Corbie, Saint-Amand, San Gall son los nombres de otros scriptoria famosos de la época.En estos talleres, un maestro principal debía condicionar todas las creaciones artísticas relacionadas con el acabado del libro. Se encargaba de las composiciones de mayor empeño, organizaba la distribución del trabajo entre sus ayudantes que seguían los prototipos según las directrices plásticas genéricas del obrador. Los orfebres que se encargaban de la encuadernación en metal o eboraria reflejaban en su arte la impronta estética del taller de miniaturistas. De esta manera, se conseguía una homogeneización en la producción que creaba un sello distintivo y característico del obrador, lo que contribuyó decisivamente en el progreso, difusión e implantación de modas y de criterios estéticos y estilísticos.Las decoraciones más sencillas se limitaban a pequeños motivos florales o zoomórficos entre las letras. La gran aportación será el tratamiento ornamental que se dará a las grandes iniciales. Siguiendo modelos tardorromanos, estas letras capitales se convierten en curiosos marcos para escenas que ilustran los párrafos a los que dan inicio. El sentido de la composición de los iluminadores hace que, en algunas ocasiones, la propia letra pierda sus formas caligráficas para mutarse en la figura que representan. Es este motivo de las letras historiadas una gran aportación a la plástica medieval; a partir de estos modelos, la creatividad de los iluminadores románicos y góticos llenarán los libros de hermosas, alucinantes y desbordantes fantasías iconográficas.La encadenación de imágenes en secuencia narrativa, crea una sensación de movimiento que rompe la plástica estática, el sentido de icono de la ilustración, para convertirla en algo dinámico que trasciende vida al espectador. Estamos ante un sentido que hoy definiríamos de fílmico, tan genial que en la actualidad todavía pervive con gran frescura en las tiras cómicas de nuestros periódicos. Las biblias creadas en San Martín de Tours muestran varios repertorios de ilustraciones concebidas de esta manera. Las escenas del Génesis de la "Biblia Moutier-Crandval" son un magnífico ejemplo de esta forma de ilustrar, que tendrá continuidad en las biblias posteriores.Muchas ilustraciones carolingias, al ser un fiel trasunto de sus modelos, nos permiten conocer un importante repertorio icónico del pasado tardorromano. De esta manera, podemos contemplar todavía cómo eran concebidas las caretas de los personajes de las comedias de Terencio o las actitudes de los actores. El "Arathea", tratado sobre los fenómenos celestes, copiado en el Norte de Francia en el siglo IX, nos enseña cómo eran las imágenes antiguas que representaban las constelaciones. El repertorio de libros que podíamos citar aquí se extendería a todas las áreas del saber, la ciencia y la técnica, sin olvidamos de los libros religiosos de época paleocristiana.Se crearán también escenas de iconografía totalmente novedosa, o al menos, composiciones que deberán tener en cuenta las circunstancias históricas del momento. Referíamos antes los retratos imperiales, inspirados en los modelos romanos, pero, desde luego, adecuados a las características de los monarcas francos representados. Escenas solemnes relacionadas con la elaboración del libro o el personaje que lo sufraga, dan lugar a hermosas imágenes que, en cierta manera, podrían ser consideradas instantáneas de actualidad. La protocolaria entrega de la que se denomina primera biblia de Carlos el Calvo, aparece reproducida en el mismo ejemplar. Es una interesante composición que presenta al monarca en su trono, aceptando el códice de la biblia que le es ofrecido por el abad Vivano. El ejemplar es transportado por tres monjes con las manos veladas en actitud de respeto y sumisión.